El d a en que la se ora Bennet se separ de sus dos mejores hijas, fue de gran bienaventuranza para todos sus sentimientos maternales. Puede suponerse con qu delicioso orgullo visit despu s a la se ora Bingley y habl de la se ora Darcy. Querr a poder decir, en atenci n a su familia, que el cumplimiento de sus m s vivos anhelos al ver colocadas a tantas de sus hijas, surti el feliz efecto de convertirla en una mujer sensata, amable y juiciosa para toda su vida; pero quiz fue una suerte para su marido (que no habr a podido gozar de la dicha del hogar en forma tan desusada) que siguiese ocasionalmente nerviosa e invariablemente mentecata.