Revisionism is a matter of method, not ideology.
It advocates, for all research, a return to the starting point, examination followed by re-examination, re-reading and re-writing, evaluation followed by re-evaluation, reorientation, revision, recasting; it is, in spirit, the opposite of ideology. It does not deny, but aims to affirm more accurately. Revisionists are not 'deniers' or 'negationists'; they strive to seek and find where, it seems, there was nothing left to seek or find.
Revisionism can be applied to a hundred everyday activities and a hundred areas of historical, scientific or literary research. It does not necessarily call into question established ideas, but often leads to their being qualified. It seeks to disentangle the true from the false. History is, by its very nature, revisionist; ideology is its enemy. As ideology is never stronger than in times of war or conflict, and as it then manufactures falsehoods in profusion for the needs of its propaganda, the historian will, in the circumstances, be led to redouble his vigilance: He will no doubt realise that, where a war has caused tens of millions of victims, the first victim will have been the verifiable truth: a truth that must be sought out and re-established.
The official history of the Second World War contains a little truth combined with a lot of falsehood.
At the risk of being misunderstood by some, I dedicate this book to those, among the bloody victors of the Second World War, who, like Churchill, Eisenhower or de Gaulle, refused, both during the battle and afterwards, to endorse, if only with one word, the atrocious, grotesque, insolent imposture of the alleged genocide of the Jews and the alleged Nazi gas chambers.
Lastly, I hope that this book will be a sign of a memory that is not selective or tribal, but universal, without any exclusivity: in memoriam omnium. May it also be read as a tribute to the real sufferings of all the victims of the 1939-1945 war, whether these victims belonged to the victors, whom we praise, or to the vanquished, whom we have never ceased, for nearly half a century, to humiliate and offend!
Le r visionnisme est une affaire de m thode et non une id ologie.
Il pr conise, pour toute recherche, le retour au point de d part, l'examen suivi du r examen, la relecture et la r criture, l' valuation suivie de la r valuation, la r orientation, la r vision, la refonte; il est, en esprit, le contraire de l'id ologie. Il ne nie pas mais il vise affirmer avec plus d'exactitude. Les r visionnistes ne sont pas des « n gateurs ou des « n gationnistes ; ils s'efforcent de chercher et de trouver l o , para t-il, il n'y avait plus rien chercher ni trouver.
Le r visionnisme peut s'exercer en cent activit s de la vie courante et en cent domaines de la recherche historique, scientifique ou litt raire. Il ne remet pas forc ment en cause des id es acquises mais souvent am ne les nuancer. Il cherche d m ler le vrai d'avec le faux. L'histoire est, par essence, r visionniste; l'id ologie est son ennemie. Comme l'id ologie n'est jamais aussi forte qu'en temps de guerre ou de conflit, et comme elle fabrique alors du faux profusion pour les n cessit s de sa propagande, l'historien sera, en la circonstance, conduit redoubler de vigilance passant au crible de l'examen ce qu'on a pu lui assener de « v rit s , il s'apercevra sans doute que, l o une guerre a provoqu des dizaines de millions de victimes, la premi re des victimes aura t la v rit v rifiable une v rit qu'il s'agira de rechercher et de r tablir.
L'histoire officielle de la seconde guerre mondiale contient un peu de vrai combin avec beaucoup de faux.
Au risque d' tre mal compris par certains, je d die cet ouvrage ceux, parmi les vainqueurs ensanglant s de la seconde guerre mondiale, qui, tels Churchill, Eisenhower ou de Gaulle, se sont refus s, aussi bien pendant la bataille qu'apr s la bataille, cautionner, ne f t-ce que d'un mot, l'atroce, la grotesque, l'insolente imposture du pr tendu g nocide des juifs et des pr tendues chambres gaz nazies.
Je souhaite enfin que le pr sent ouvrage puisse s'inscrire sous le signe d'une m moire, non pas s lective et tribale, mais universelle, sans exclusive aucune in memoriam omnium. Puisse-t-il aussi se lire comme un hommage aux vraies souffrances de toutes les victimes de la guerre de 1939-1945, que ces victimes aient appartenu au camp des vainqueurs qu'on encense ou celui des vaincus qu'on ne cesse, depuis pr s d'un demi-si cle, d'humilier et d'offenser
El llamado asunto Faurisson comenzó el 16 de noviembre de 1978 con la publicación de un artículo en Le Matin de París. Yo sabía desde hacía varios años que el día en que la prensa hiciera públicas mis opiniones revisionistas, me enfrentaría a una tormenta. Por su propia naturaleza, el revisionismo sólo puede perturbar el orden público; allí donde reinan las certezas, el espíritu del libre examen es un intruso y provoca un escándalo. La primera tarea de los tribunales no es tanto defender la justicia como preservar el orden público. La verdad, en el sentido en que yo entiendo la palabra (es decir, lo que es verificable), sólo interesa a los jueces si no causa una perturbación profunda del orden público. No me hacía ilusiones de que me llevarían ante los tribunales y me condenarían, y eso además de las agresiones físicas, las campañas de prensa y el trastorno de mi vida personal, familiar y profesional.
Mi anterior conferencia tuvo lugar en septiembre de 1983 y se titulaba ' Revisionism on Trial: Evolución en Francia, 1979-1983. La presente conferencia es una continuación; la he titulado Mi experiencia del revisionismo (septiembre de 1983-septiembre de 1987). El periodo 1979-1983 en Francia estuvo marcado por la actividad judicial contra el revisionismo. El período 1983-1987 se caracterizó por una ralentización de esta actividad, que, me temo, se reanudará a partir de 1987-1988. En Francia, las organizaciones judías que habían iniciado los procedimientos judiciales se sintieron muy decepcionadas e incluso desconcertadas por la relativa ligereza de mi condena en abril de 1983. Esperaban algo mejor de la justicia francesa. Querían mi piel y todo lo que obtuvieron fue una libra de mi carne. Querían que los jueces declararan: Faurisson es un falsificador de la historia; su trabajo sobre las cámaras de gas está lleno de descuidos, negligencias, ignorancia deliberada y mentiras; Faurisson es malicioso y peligroso.
Sin embargo, el 26 de abril de 1983, los jueces de la Sala Primera del Tribunal de Apelación de París concluyeron, por así decirlo: Faurisson es un investigador serio; no encontramos en su trabajo sobre las cámaras de gas ni ligereza, ni negligencia, ni ignorancia deliberada, ni mentiras; pero Faurisson es quizás malicioso y es ciertamente peligroso; le condenamos por esta probable malicia y por este peligro, pero no condenamos su trabajo sobre las cámaras de gas, que es serio. Al contrario, dada la seriedad de este trabajo, garantizamos a todo francés el derecho a decir, si esa es su opinión, que las cámaras de gas no existieron.
La cuestión de la existencia o inexistencia de las cámaras de gas nazis reviste una importancia histórica considerable. Si existieron, estas cámaras de gas nos proporcionan la prueba de que los alemanes emprendieron el exterminio físico de los judíos; por el contrario, si no existieron, ya no tenemos ninguna prueba de esta empresa de exterminio. Pierre Vidal-Naquet no se equivocó. A los tentados de abandonar el argumento de las cámaras de gas, respondió que abandonar las cámaras de gas es rendirse en campo abierto. No podemos sino estar de acuerdo con él. Las cámaras de gas no son un mero detalle en la historia de la Segunda Guerra Mundial. De ahí las sanciones legales que, en Francia, por ejemplo, se imponen a quienes discuten su existencia.
Así pues, el monumental Museo Conmemorativo del Holocausto ( HMM ), inaugurado en Washington el 22 de abril de 1993, a quinientos metros del monumento a George Washington, no podía permitirse abandonar el argumento de las cámaras de gas nazis. Quedaba por ver qué representación física daría tal museo de esta terrorífica arma.
Hoy lo sabemos, y el resultado es espantoso: a falta de algo mejor, este suntuoso museo, que ha costado millones de dólares al contribuyente estadounidense y a la comunidad judía estadounidense, por no hablar del dinero pagado por el contribuyente alemán, se ha reducido a mostrarnos, como único modelo de cámara de gas homicida, una cámara de gas de desinfección situada en Majdanek (Polonia). Como demostraré más adelante, incluso un autor como Jean-Claude Pressac, autor de un libro publicado en 1989 bajo el patrocinio de la Fundación Beate Klarsfeld de Nueva York, tuvo que admitir lo evidente: la cámara de gas de Majdanek no era más que una cámara de gas de desinfección.
En 1945, los estadounidenses ya habían presentado cuatro cámaras de gas de desinfección en Dachau (Alemania) como cámaras de gas homicidas.
Si los organizadores del HMM de Washington se arriesgaron a cometer un engaño tan grave, es, en mi opinión, porque se vieron obligados a hacerlo al no poder ofrecer a los visitantes una representación física, en ninguna de sus formas, de una de las cámaras de gas que los alemanes, según se nos dice repetidamente, utilizaron para matar a multitud de víctimas.
El revisionismo es una cuestión de método, no de ideología.
Defiende, para toda investigación, el regreso al punto de partida, el examen seguido de un nuevo examen, la relectura y la reescritura, la evaluación seguida de una nueva evaluación, la reorientación, la revisión, la refundición; es, en espíritu, lo contrario de la ideología. No niega, sino que pretende afirmar con mayor precisión. Los revisionistas no son negacionistas o negacionistas; se esfuerzan por buscar y encontrar donde, al parecer, ya no había nada que buscar o encontrar.
El revisionismo puede aplicarse a cien actividades cotidianas y a cien ámbitos de investigación histórica, científica o literaria. No cuestiona necesariamente las ideas establecidas, pero a menudo conduce a matizarlas. Trata de separar lo verdadero de lo falso. La historia es, por su propia naturaleza, revisionista; la ideología es su enemiga. Como la ideología nunca es más fuerte que en tiempos de guerra o de conflicto, y como entonces fabrica falsedades en profusión para las necesidades de su propaganda, el historiador se verá llevado, en estas circunstancias, a redoblar su vigilancia: Sin duda se dará cuenta de que, cuando una guerra ha causado decenas de millones de víctimas, la primera víctima habrá sido la verdad verificable: una verdad que hay que buscar y restablecer.
La historia oficial de la Segunda Guerra Mundial contiene un poco de verdad combinada con mucha falsedad.
A riesgo de ser malinterpretado por algunos, dedico este libro a aquellos, entre los sangrientos vencedores de la Segunda Guerra Mundial, que, como Churchill, Eisenhower o de Gaulle, se negaron, tanto durante la contienda como después, a avalar, aunque sólo fuera con una palabra, la atroz, grotesca e insolente impostura del supuesto genocidio de los judíos y de las supuestas cámaras de gas nazis.
Por último, espero que este libro sea el signo de una memoria no selectiva ni tribal, sino universal, sin exclusividad alguna: in memoriam omnium. Que se lea también como un homenaje a los sufrimientos reales de todas las víctimas de la guerra de 1939-1945, tanto si estas víctimas pertenecían a los vencedores, a los que alabamos, como a los vencidos, a los que no hemos cesado, desde hace casi medio siglo, de humillar y ofender!
Ce qu'il est convenu d'appeler « l'affaire Faurisson a commenc le 16 novembre 1978 avec la parution d'un article dans Le Matin de Paris. Je savais depuis plusieurs ann es que, le jour o la presse rendrait publiques mes opinions r visionnistes, j'affronterais une temp te. Par sa nature m me, le r visionnisme ne peut que troubler l'ordre public; l o r gnent les certitudes tranquilles, l'esprit de libre examen est un intrus et il fait scandale. La premi re t che des tribunaux est moins de d fendre la justice que de pr server l'ordre public. La v rit , au sens o j'entends ce mot (c'est- -dire ce qui est v rifiable), n'int resse les magistrats que si elle ne provoque pas un trouble profond de l'ordre public. Je ne me faisais pas d'illusion on me tra nerait en justice et je serais condamn , et cela en plus des agressions physiques, des campagnes de presse et du bouleversement de ma vie personnelle, familiale et professionnelle.
Ma pr c dente conf rence a eu lieu en septembre 1983; le titre en tait « Revisionism on Trial Developments in France, 1979-1983 (« Le r visionnisme devant les tribunaux fran ais, 1979-1983 ). La pr sente conf rence en est la suite; je lui ai donn pour titre « Mon exp rience du r visionnisme (septembre 1983-septembre 1987) . Ce qui avait marqu en France la p riode 1979-1983, c' tait l'activit judiciaire d ploy e contre le r visionnisme. La p riode 1983-1987 se signale par un ralentissement de cette activit , laquelle, je le crains, va reprendre partir de 1987-1988. En France, les organisations juives, initiatrices des poursuites judiciaires, ont t fortement d ues et m me d concert es par la l g ret relative de ma condamnation en avril 1983. Elles attendaient mieux de la justice fran aise. Elles voulaient ma « peau et elles n'ont obtenu qu'une livre de ma chair. Elles souhaitaient que les magistrats d clarent Faurisson est un faussaire de l'histoire; son travail sur les chambres gaz est plein de l g ret s, de n gligences, d'ignorances d lib r es et de mensonges; Faurisson est malveillant et dangereux. Or, le 26 avril 1983, les magistrats de la premi re chambre de la cour d'appel de Paris en quelque sorte concluaient Faurisson est un chercheur s rieux; nous ne trouvons dans son travail sur les chambres gaz ni l g ret , ni n gligence, ni ignorance d lib r e, ni mensonge; mais Faurisson est peut- tre malveillant et il est certainement dangereux; nous le condamnons pour cette probable malveillance et pour ce danger, mais nous ne condamnons pas son travail sur les chambres gaz, qui est s rieux. Au contraire, vu le s rieux de ce travail, nous garantissons tout Fran ais le droit de dire, si telle est son opinion, que les chambres gaz n'ont pas exist .
Depuis quelques mois il se manifeste dans les journaux, la radio et la t l vision une v ritable fi vre d'antinazisme. On croirait que les nazis sont de retour. Je suppose que le grand public assiste ce ph nom ne avec une perplexit croissante. Peut- tre pense-t-il que cette fi vre est due l'approche du quaranti me anniversaire du 8 mai 1945, date de la capitulation sans condition du IIIe Reich.
Si le grand public pense vraiment cela, il se trompe. Cette effervescence ne va pas retomber apr s le 8 mai, ni m me la fin de 1985. Au contraire, elle va s'accro tre. Son vrai motif n'a rien voir avec ce qu'il s'est pass il y a quarante ans. Son vrai motif se trouve dans l'actualit la plus br lante. Les organisations juives ou sionistes, travers le monde, sont en train de vivre un drame. Un mythe, dont elles ont cherch tirer profit, est en train de se d voiler le mythe du pr tendu « holocauste des juifs durant la seconde guerre mondiale .
Les historiens r visionnistes sont les responsables actuellement d'une interrogation qui porte, dans l'ensemble, sur l'histoire de la derni re guerre et, en particulier, sur l'histoire des camps de concentration utilis s par les Allemands du temps de Hitler.
Les r visionnistes n'ont jamais ni l'existence de ces camps. Ils font toutefois remarquer que les Allemands n'ont t ni les premiers, ni les derniers utiliser de tels camps. Il n'y a donc pas l un crime sp cifique du nazisme.
Ils admettent aussi que, dans certains de ces camps, il y avait des fours cr matoires. Dans ces fours on br lait des cadavres. Ce n'est pas un crime. On constate qu'aujourd'hui m me, dans bien des pays modernes, l'incin ration tend remplacer l'inhumation.
Les Allemands utilisaient dans tous les camps de concentration des chambres gaz de d sinfection. Ce n' tait pas un crime l non plus; c' tait une n cessit d'hygi ne. Le d sinfectant employ tait parfois de l'acide cyanhydrique. Sous sa forme commerciale il s'appelait « Zyklon ou « Zyklon B .
Le vrai crime des Allemands aurait t , d'apr s ce qu'on nous r p te inlassablement depuis quarante ans, d'avoir employ d' normes chambres gaz sp cialement con ues pour y tuer des hommes et, en particulier, des juifs. Ces chambres gaz homicides auraient constitu l'arme sp cifique d'un crime sp cifique, lui-m me appel « g nocide , c'est- -dire extermination syst matique d'une race.
La question de l'existence ou de la non-existence des chambres gaz nazies est d'une consid rable importance historique. Si elles ont exist , ces chambres gaz nous apportent la preuve que les Allemands ont entrepris l'extermination physique des juifs; en revanche, si elles n'ont pas exist , nous n'avons plus aucune preuve de cette entreprise d'extermination. Pierre Vidal-Naquet ne s'y est pas tromp . Aux personnes tent es de renoncer l'argument des chambres gaz il a r pliqu qu'abandonner les chambres gaz, « c'est l capituler en rase campagne . On ne peut que lui donner raison. Les chambres gaz ne sont pas un point de d tail de l'histoire de la seconde guerre mondiale. D'o les sanctions judiciaires qui, en France par exemple, s'abattent sur ceux qui en contestent l'existence.
Aussi le monumental Holocaust Memorial Museum (HMM) qui vient d' tre inaugur Washington le 22 avril 1993, cinq cents m tres du monument de George Washington, ne pouvait-il pas se permettre d'abandonner l'argument de la chambre gaz nazie. Restait savoir quelle repr sentation physique un tel mus e donnerait de cette arme terrifiante.
Aujourd'hui nous le savons et le r sultat est consternant faute de mieux, ce fastueux mus e, qui a co t des millions de dollars au contribuable am ricain et la communaut juive am ricaine, sans compter l'argent vers par le contribuable allemand, en a t r duit nous montrer comme unique mod le de chambre gaz homicide une chambre gaz... de d sinfection, situ e Majdanek (Pologne). Ainsi que je le montrerai plus loin, m me un auteur comme Jean-Claude Pressac, auteur d'un ouvrage publi en 1989 sous le patronage de la Beate Klarsfeld Foundation de New York, avait d reconna tre l' vidence cette chambre gaz de Majdanek n'a t qu'une chambre gaz de d sinfection.
D j , en 1945, les Am ricains avaient pr sent comme chambres gaz homicides quatre chambres gaz de d sinfection situ es Dachau (Allemagne).
Si les organisateurs de l'HMM de Washington ont pris le risque de commettre une aussi grave supercherie, c'est, mon avis, qu'ils y taient contraints faute de pouvoir proposer aux visiteurs la repr sentation physique, sous une forme quelconque, de l'une de ces chambres gaz que les Allemands auraient, nous r p te-t-on sati t , utilis es pour tuer des foules de victimes.
La question de l'existence ou de la non-existence des chambres à gaz nazies est d'une considérable importance historique. Si elles ont existé, ces chambres à gaz nous apportent la preuve que les Allemands ont entrepris l'extermination physique des juifs; en revanche, si elles n'ont pas existé, nous n'avons plus aucune preuve de cette entreprise d'extermination. Pierre Vidal-Naquet ne s'y est pas trompé. Aux personnes tentées de renoncer à l'argument des chambres à gaz il a répliqué qu'abandonner les chambres à gaz, « c'est là capituler en rase campagne . On ne peut que lui donner raison. Les chambres à gaz ne sont pas un point de détail de l'histoire de la seconde guerre mondiale. D'où les sanctions judiciaires qui, en France par exemple, s'abattent sur ceux qui en contestent l'existence.
Aussi le monumental Holocaust Memorial Museum (HMM) qui vient d'être inauguré à Washington le 22 avril 1993, à cinq cents mètres du monument de George Washington, ne pouvait-il pas se permettre d'abandonner l'argument de la chambre à gaz nazie. Restait à savoir quelle représentation physique un tel musée donnerait de cette arme terrifiante.
Aujourd'hui nous le savons et le résultat est consternant faute de mieux, ce fastueux musée, qui a coûté des millions de dollars au contribuable américain et à la communauté juive américaine, sans compter l'argent versé par le contribuable allemand, en a été réduit à nous montrer comme unique modèle de chambre à gaz homicide une chambre à gaz... de désinfection, située à Majdanek (Pologne). Ainsi que je le montrerai plus loin, même un auteur comme Jean-Claude Pressac, auteur d'un ouvrage publié en 1989 sous le patronage de la Beate Klarsfeld Foundation de New York, avait dû reconnaître l'évidence cette chambre à gaz de Majdanek n'a été qu'une chambre à gaz de désinfection.
Déjà, en 1945, les Américains avaient présenté comme chambres à gaz homicides quatre chambres à gaz de désinfection situées à Dachau (Allemagne).
Si les organisateurs de l'HMM de Washington ont pris le risque de commettre une aussi grave supercherie, c'est, à mon avis, qu'ils y étaient contraints faute de pouvoir proposer aux visiteurs la représentation physique, sous une forme quelconque, de l'une de ces chambres à gaz que les Allemands auraient, nous répète-t-on à satiété, utilisées pour tuer des foules de victimes.
Le révisionnisme est une affaire de méthode et non une idéologie.
Il préconise, pour toute recherche, le retour au point de départ, l'examen suivi du réexamen, la relecture et la réécriture, l'évaluation suivie de la réévaluation, la réorientation, la révision, la refonte; il est, en esprit, le contraire de l'idéologie. Il ne nie pas mais il vise à affirmer avec plus d'exactitude. Les révisionnistes ne sont pas des « négateurs ou des « négationnistes ; ils s'efforcent de chercher et de trouver là où, paraît-il, il n'y avait plus rien à chercher ni à trouver.
Le révisionnisme peut s'exercer en cent activités de la vie courante et en cent domaines de la recherche historique, scientifique ou littéraire. Il ne remet pas forcément en cause des idées acquises mais souvent amène à les nuancer. Il cherche à démêler le vrai d'avec le faux. L'histoire est, par essence, révisionniste; l'idéologie est son ennemie. Comme l'idéologie n'est jamais aussi forte qu'en temps de guerre ou de conflit, et comme elle fabrique alors du faux à profusion pour les nécessités de sa propagande, l'historien sera, en la circonstance, conduit à redoubler de vigilance passant au crible de l'examen ce qu'on a pu lui assener de « vérités , il s'apercevra sans doute que, là où une guerre a provoqué des dizaines de millions de victimes, la première des victimes aura été la vérité vérifiable une vérité qu'il s'agira de rechercher et de rétablir.
L'histoire officielle de la seconde guerre mondiale contient un peu de vrai combiné avec beaucoup de faux.
Au risque d'être mal compris par certains, je dédie cet ouvrage à ceux, parmi les vainqueurs ensanglantés de la seconde guerre mondiale, qui, tels Churchill, Eisenhower ou de Gaulle, se sont refusés, aussi bien pendant la bataille qu'après la bataille, à cautionner, ne fût-ce que d'un mot, l'atroce, la grotesque, l'insolente imposture du prétendu génocide des juifs et des prétendues chambres à gaz nazies.
Je souhaite enfin que le présent ouvrage puisse s'inscrire sous le signe d'une mémoire, non pas sélective et tribale, mais universelle, sans exclusive aucune in memoriam omnium. Puisse-t-il aussi se lire comme un hommage aux vraies souffrances de toutes les victimes de la guerre de 1939-1945, que ces victimes aient appartenu au camp des vainqueurs qu'on encense ou à celui des vaincus qu'on ne cesse, depuis près d'un demi-siècle, d'humilier et d'offenser !
Depuis quelques mois il se manifeste dans les journaux, à la radio et à la télévision une véritable fièvre d'antinazisme. On croirait que les nazis sont de retour. Je suppose que le grand public assiste à ce phénomène avec une perplexité croissante. Peut-être pense-t-il que cette fièvre est due à l'approche du quarantième anniversaire du 8 mai 1945, date de la capitulation sans condition du IIIe Reich.
Si le grand public pense vraiment cela, il se trompe. Cette effervescence ne va pas retomber après le 8 mai, ni même à la fin de 1985. Au contraire, elle va s'accroître. Son vrai motif n'a rien à voir avec ce qu'il s'est passé il y a quarante ans. Son vrai motif se trouve dans l'actualité la plus brûlante. Les organisations juives ou sionistes, à travers le monde, sont en train de vivre un drame. Un mythe, dont elles ont cherché à tirer profit, est en train de se dévoiler le mythe du prétendu « holocauste des juifs durant la seconde guerre mondiale .
Les historiens révisionnistes sont les responsables actuellement d'une interrogation qui porte, dans l'ensemble, sur l'histoire de la dernière guerre et, en particulier, sur l'histoire des camps de concentration utilisés par les Allemands du temps de Hitler.
Les révisionnistes n'ont jamais nié l'existence de ces camps. Ils font toutefois remarquer que les Allemands n'ont été ni les premiers, ni les derniers à utiliser de tels camps. Il n'y a donc pas là un crime spécifique du nazisme.
Ils admettent aussi que, dans certains de ces camps, il y avait des fours crématoires. Dans ces fours on brûlait des cadavres. Ce n'est pas un crime. On constate qu'aujourd'hui même, dans bien des pays modernes, l'incinération tend à remplacer l'inhumation.
Les Allemands utilisaient dans tous les camps de concentration des chambres à gaz de désinfection. Ce n'était pas un crime là non plus; c'était une nécessité d'hygiène. Le désinfectant employé était parfois de l'acide cyanhydrique. Sous sa forme commerciale il s'appelait « Zyklon ou « Zyklon B .
Le vrai crime des Allemands aurait été, d'après ce qu'on nous répète inlassablement depuis quarante ans, d'avoir employé d'énormes chambres à gaz spécialement conçues pour y tuer des hommes et, en particulier, des juifs. Ces chambres à gaz homicides auraient constitué l'arme spécifique d'un crime spécifique, lui-même appelé « génocide , c'est-à-dire extermination systématique d'une race.
Ce qu'il est convenu d'appeler « l'affaire Faurisson a commencé le 16 novembre 1978 avec la parution d'un article dans Le Matin de Paris. Je savais depuis plusieurs années que, le jour où la presse rendrait publiques mes opinions révisionnistes, j'affronterais une tempête. Par sa nature même, le révisionnisme ne peut que troubler l'ordre public; là où règnent les certitudes tranquilles, l'esprit de libre examen est un intrus et il fait scandale. La première tâche des tribunaux est moins de défendre la justice que de préserver l'ordre public. La vérité, au sens où j'entends ce mot (c'est-à-dire ce qui est vérifiable), n'intéresse les magistrats que si elle ne provoque pas un trouble profond de l'ordre public. Je ne me faisais pas d'illusion on me traînerait en justice et je serais condamné, et cela en plus des agressions physiques, des campagnes de presse et du bouleversement de ma vie personnelle, familiale et professionnelle.
Ma précédente conférence a eu lieu en septembre 1983; le titre en était « Revisionism on Trial Developments in France, 1979-1983 (« Le révisionnisme devant les tribunaux français, 1979-1983 ). La présente conférence en est la suite; je lui ai donné pour titre « Mon expérience du révisionnisme (septembre 1983-septembre 1987) . Ce qui avait marqué en France la période 1979-1983, c'était l'activité judiciaire déployée contre le révisionnisme. La période 1983-1987 se signale par un ralentissement de cette activité, laquelle, je le crains, va reprendre à partir de 1987-1988. En France, les organisations juives, initiatrices des poursuites judiciaires, ont été fortement déçues et même déconcertées par la légèreté relative de ma condamnation en avril 1983. Elles attendaient mieux de la justice française. Elles voulaient ma « peau et elles n'ont obtenu qu'une livre de ma chair. Elles souhaitaient que les magistrats déclarent Faurisson est un faussaire de l'histoire; son travail sur les chambres à gaz est plein de légèretés, de négligences, d'ignorances délibérées et de mensonges; Faurisson est malveillant et dangereux. Or, le 26 avril 1983, les magistrats de la première chambre de la cour d'appel de Paris en quelque sorte concluaient Faurisson est un chercheur sérieux; nous ne trouvons dans son travail sur les chambres à gaz ni légèreté, ni négligence, ni ignorance délibérée, ni mensonge; mais Faurisson est peut-être malveillant et il est certainement dangereux; nous le condamnons pour cette probable malveillance et pour ce danger, mais nous ne condamnons pas son travail sur les chambres à gaz, qui est sérieux. Au contraire, vu le sérieux de ce travail, nous garantissons à tout Français le droit de dire, si telle est son opinion, que les chambres à gaz n'ont pas existé.
En los últimos meses ha habido una auténtica fiebre antinazi en los periódicos, la radio y la televisión. Se diría que los nazis han vuelto. Supongo que la opinión pública observa este fenómeno con creciente perplejidad. Tal vez piensen que esta fiebre se debe a la proximidad del cuadragésimo aniversario del 8 de mayo de 1945, fecha de la rendición incondicional del Tercer Reich.
Si el público en general realmente piensa eso, se equivoca. Este entusiasmo no disminuirá después del 8 de mayo, ni siquiera a finales de 1985. Al contrario, aumentará. Su verdadero motivo no tiene nada que ver con lo que ocurrió hace cuarenta años. Su motivo real se encuentra en los acontecimientos actuales más candentes. Las organizaciones judías y sionistas de todo el mundo están viviendo una tragedia. Está saliendo a la luz un mito del que han tratado de sacar provecho: el mito del llamado Holocausto de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Los historiadores revisionistas se encargan actualmente de cuestionar la historia de la última guerra en su conjunto y, en particular, la historia de los campos de concentración utilizados por los alemanes en tiempos de Hitler.
Los revisionistas nunca han negado la existencia de estos campos. Sin embargo, señalan que los alemanes no fueron ni los primeros ni los últimos en utilizar dichos campos. Por lo tanto, no se trata de un crimen nazi específico.
También admiten que algunos de estos campos tenían crematorios. Los cadáveres se quemaban en estos hornos. Esto no es un crimen. Incluso hoy en día, en muchos países modernos, la cremación tiende a sustituir al entierro.
Los alemanes utilizaron cámaras de gas desinfectante en todos los campos de concentración. Tampoco se trataba de un delito, sino de una necesidad higiénica. El desinfectante utilizado era a veces ácido cianhídrico. En su forma comercial se llamaba Zyklon o Zyklon B.
El verdadero crimen de los alemanes, se nos ha dicho incansablemente durante cuarenta años, fue haber utilizado enormes cámaras de gas especialmente diseñadas para matar personas y, en particular, judíos. Estas cámaras de gas homicidas habrían constituido el arma específica de un crimen específico, llamado a su vez genocidio, es decir, el exterminio sistemático de una raza.